Nuevos consumidores
Por David Carballo, Director General de Planning Antropológico
Noviembre - Enero 2010
No. 48 Año 11
 
 

Administradoras del hogar. El aspiracional Hace apenas un par de décadas, el papel de la mujer en la sociedad mexicana comenzó a transformarse: su acelerada inserción en la vida laboral del país la llevó a desempeñarse competitivamente en diferentes ámbitos, lo que trajo como consecuencia una redefinición de los roles en el hogar. Así, “la mujer entró a la oficina y el hombre experimentó en la cocina”. El ama de casa incursionó en el campo laboral y logró igualdad de circunstancias en muchos casos, así como una mejor repartición de los deberes domésticos. En lo afectivo alcanzó revaloración, libertad y autosuficiencia, lo que elevó su autoestima; sin embargo, en la realidad cotidiana, las mujeres mexicanas no han logrado del todo marcar una sana distancia con su rol de “amas de casa”; es decir, pueden ser ejecutivas exitosas y competitivas, pero al llegar a casa cocinan, lavan trastes, se sientan a hacer la tarea con los hijos, los bañan y los duermen. Según la encuesta de empleo con enfoque de género, realizada en el año 2000 por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), 44 de cada 100 hogares reciben ingresos de una mujer que desempeña una actividad económica. Esto significa una jornada doble de trabajo, ya que aumentan sus responsabilidades, capacidades y alcances, convirtiéndose, en la mayoría de los casos, en mujeres multi-task. Ellas dedican a la realización de una actividad económica orientada al mercado 37.3 horas a la semana, y 27.4 horas a los quehaceres domésticos, sumando una semana laboral de 64.7 horas. En cambio, los hombres dedican 46.6 horas al trabajo y 10.7 al hogar, sumando una semana de 57.3 horas. La obtención de un ingreso propio y la realización de una labor extra-hogar llevan a las mujeres a explotar sus capacidades y a elevar su autoestima, por lo que han comenzado a autodefinirse como “administradoras del hogar”. Esto es no sólo un cambio de palabras, sino una metamorfosis en la percepción de su rol. Las administradoras del hogar no se desviven por él, sino que administran su flujo e insumos; no viven a través de sus hijos y ven la vida pasar desde la ventana, ellas viven junto con los miembros de su familia; el trabajo doméstico no consiste en estar al servicio de los suyos, sino en la mutua colaboración para el mantenimiento de su hogar. Su casa no es espacio de chantaje, poder y control, sino el lugar para la socialización y el crecimiento familiar. En suma, las administradoras del hogar viven, administran y disfrutan su casa de una manera equitativa, democrática, integral y plena, al tiempo que obtienen ingresos propios. Por tanto, las administradoras del hogar tienen, actualmente, un papel proactivo y protagónico en la vida social, laboral y doméstica.

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